Saturday, November 22, 2008

De Soles, Viento y Granizo: Trekking por Yerba Loca

Llevábamos algún tiempo dándole vueltas a la idea de hacer la travesía del San Ramón y acordamos realizarla una semana después de la memorable salida al Provincia con la gallá de M1. Sin haberlo sospechado, importantes circunstancias médicas nos jugaron una mala pasada que finalmente nos obligó a suspender la aventura por la serranía.

A pesar de ello, hubo quienes me dijeron que fueramos a hacer un cerrito por el día, después de Halloween, lo cual resultó en un excelente trekking por Yerba Loca junto a Cucho y Willy. Así fue como partimos al camino a farellones Cucho al volante, Willy como embelezado copiloto y yo documentando la salida desde la cómoda amplitud del asiento trasero. Con ustedes, don Willy:


La misteriosa Ermita poco antes del control de Carabineros:


Después de reportarnos en la entrada del parque y revisar exhaustivamente los mapas disponibles ahí, buscamos un lugar para estacionar y nos lanzamos cajón adentro, a ver si alcanzábamos las cascadas de hielo.
Bajo un cielo completamente despejado, poco a poco dejamos atrás los campamentos repartidos entre los árboles y praderas de Villa Paulina.

Bien al fondo, en la sierra, el Punta de Damas y el San Ramón coronados con nieve.

En algún punto del cordón que nos flanqueaba por el oeste, permanecía oculta a nosotros la cumbre del Manchón.

La huella a veces nos dejaba bien cerca del estero y luego se perdía entre matorrales y rocas subiendo por la ladera, pero la pendiente era siempre suave.


Repentinamente se alzó ante nosotros un enorme triángulo de roca y neveros imperturbables. Era la inconfundible cumbre del Altar:

Willy y Cucho para sus fans:


Hacia el sur, Villa Paulina quedaba ya oculta tras una ladera mientras la cumbre del Provincia emergía por el norte de la sierra:


Adentrándonos más, el camino poco a poco se nos empezó a mojar, hasta que derechamente la huella empezó a discurrir por una vertiente: Agua Larga.


Y aunque pueda ser innecesario decirlo, caminar en el agua es bien entretenido. Hacia atrás, este era el camino por el que acabábamos de transitar:


En resumen:


¿Y cómo sabía que se llamaba "Agua Larga"? Pues muy sencillo:


En las faldas del Manchón, un camino corre paralelo al estero, atravesando un acarreo. Más arriba, enormes formaciones en las rocas parecen disimular las terrazas de un spa prehistórico.


Pronto nos encontramos el primer nevero en nuestro camino, aparentemente cruzado sobre el mismo estero.


Seguimos la marcha mientras en nuestra dirección venía un arriero porteando equipo de algún grupo que seguramente estuvo intentando La Paloma o el Altar


Al oriente, las rocas cada vez más escarpadas ocultaban en sus múltiples hendiduras los secretos cursos de agua que alimentan el estero Yerba Loca:


Frente a donde vimos el primer rastro de nieve, el camino subía un poco. Ahí tuvimos una buena impresión general de cuánto nos quedaba aún por seguir recorriendo.


Después de marchar por algo más de hora y media, acordamos hacer un alto para tomar jugo, comer piñas confitadas y maní.

Desde luego, aproveché para ir a investigar cómo diablos era eso de la nieve sobre el estero. Lo primero en aparecer fueron los musgos y las rocas humedecidas:


Luego el nevero:


Las primeras nubes de la jornada empezaban a hacer su aparición por el oeste:

Retomamos el sendero después de un descanso razonable y nos fuimos internando por un sector cubierto en gruesas lajas, siempre bajo la silenciosa vigilia del Altar, exactamente frente a nosotros:

En lo alto, más deshielos:

Cuarenta minutos después de nuestra última parada, alcanzábamos
una larga vega adornada por una roca relativamente grande y otras similares. Supusimos que era Piedra Carvajal:

Ya era el mediodía y no sentíamos estar ni medianamente cerca de las cascadas de hielo. Tampoco venía gente de regreso como para preguntarles a qué distancia nos encontraríamos. Acordamos seguir caminando hasta que nos diera la hora para regresar. Y paso a paso, vegetación, cielo y rocas fueron cambiando...


Mi foto preferida de la jornada. Es difícil decir
exactamente dónde o cuándo es que el paisaje cambia. Pero es cierto que cambia: Nada permanece igual por mucho rato y el cajón se hacía más estrecho, más desolado. Las laderas donde antes abundaban los arbustos eran ahora una secuencia de tradicionales acarreos cordilleranos oscurecidos por las cada vez más frecuentes nubes.

Otra vega más se abría delante de nosotros, ocultando tras de sí la huella en un jardín de rocas. A alguien con sentido escenico, pero sin mucha preocupación por lo que pueda hacer el viento, le pareció que ahí era un buen lugar para poner su campamento base.




Era poco después de las doce y media y nos cruzamos con una pareja que venía de vuelta:

N: ¡Hola! ¿Qué tal?
Ellos: Todo bien, aunque harto viento a esta hora ¿y ustedes?
N: De trekking, viendo si podemos llegar las cascadas o al glaciar. ¿Falta mucho?
E: Les quedan unas dos horas de caminata y se van a encontrar mucha nieve. Si se meten por el glaciar van a estar con nieve hasta más arriba de la rodilla. Nosotros ya vamos de vuelta al campamento en Villa Paulina. ¡Suerte!

Sería todo.

Convenimos en avanzar hasta unas piedras grandes que nos dieran protección del viento para poder comer tranquilos y luego regresaríamos. Esta fue la última foto que tomé de ida hacia el Altar. A la izquierda se asoma el plateau nevado del glaciar la Paloma, la otra cumbre importante del sector.

Me llamó particularmente la atención el enorme gendarme de la derecha, que parecía resistirse a ser cubierto.

Regresé a la roca donde Cucho y Willy empezaban a sacar las cosas para almorzar. Hice lo propio con mi anafre y el arroz oriental que llevé para la ocasión. De postre, piñas confitadas.


Willy nos compartió hallullas con palta, que acompañamos con el excelente salamín Llanquihue que nos quedó de la semana pasada.


Recargadas las energías y cambiadas las poleras, nos preparamos para el regreso. El viento corría cada vez con más fuerza y sobre nosotros el cielo se había cubierto completamente. Me abrigué adecuadamente para lo que estaba por venir y después de la siguiente foto para mis fans, empezamos a caminar para volver a entrar en calor:


A pocos minutos de caminar, las primeras gotas empezaron a caer. Cuando alcanzamos la última vega que habíamos cruzado, la lluvia era persistente:


Atrás, hacia el norte, quedaban ocultos ya la Paloma y el Altar. Perdido ahí entre las rocas, permanecía también el lugar donde almorzamos:


Bajando un poco más adelante de la última vega, las gotas de lluvia se fueron haciendo más gruesas y blancas. Ahí con Cucho nos dimos cuenta que en realidad era granizo.



El resto del regreso fue una excelente carrera. Willy había llevado un polar, por lo que rápidamente se nos adelantó mientras con Cucho documentábamos las circunstancias.

El barro empezaba a ser la regla general a todo lo largo de la huella y decidimos irnos sin pausas, directamente de regreso hasta el auto.

A poco de regresar a Villa Paulina, volví a tomar una foto del valle frente a nosotros:


Donde antes el sol brillaba con total fuerza, ahora el agua hacía reverdecer las hojas y hierbas.

Finalmente nos reencontramos los tres en el auto, compartimos jugo y chocolates y emprendimos el viaje de regreso. Hacia Santiago, todo empezaba a verse más claro:


El puesto de empanadas cerca de Carabineros estaba cerrado, pero en el kilómetro 3 o 4 había una casa donde nos aventuramos a pasar a probar la mano: Buenas empanadas y buen pan amasado.

En la terraza nos tomamos la foto grupal de rigor. Con ustedes, el trío del apocalípsis:


Excelente salida por el día; 100% recomendable y dificultad técnica cero.

* Agradecimientos: A mis cordadas Willy y Cucho, quién además se puso con la movilización para esta salida; y al Encargado de Producción, que nos regaló el siempre increíble viento cordillerano, la lluvia y el granizo.

1 comment:

durandal said...

Excelente!

d.