¿Debemos seguir adelante? Prólogo por el Hermano Coyhaiquino
Primer Acto: Voces en la Oscuridad y Atravesando las Brumas por la Mañana
Segundo Acto: La Sombra en el Horizonte Hace Temblar la Tierra
Intermezzo: Taller de Boulder con Claudio y Claudio
Tercer Acto: A las Tres a la Cumbre
Epílogo
¿Debemos seguir adelante?: Prólogo por el Hermano Coyhaiquino
Al cerrar los ojos, regreso mentalmente a la mañana del 3 noviembre. Salí de la ducha y encontré en mi teléfono un mensaje de Pablo preguntándome si tenía el número de Ernesto. Las horas pasaron rápidamente y una llamada tras otra la tragedia se iba tornando cada vez más real. Los fantasmas acechaban una vez más. El maldito calor del fin de semana asedió la ladera del San Francisco con una avalancha imposible de prever, llevando consigo al patagón, hacia lo profundo, hacia el extremo más absoluto, envolviéndolo solemnemente en blanco, con el estruendo de todo cuanto es incontenible.
Durante los últimos meses me había tomado la prerrogativa de gestionar las salidas que nos vedaron. Si lo hacía por un sentido de justicia o por un perfecto equilibrio entre deber moral y placer personal es algo que aún no tenía resuelto, pero estaba ahí y alguien debía hacerse cargo de que las cosas resultaran cómo Dios manda. Costara lo que costara. Por eso me repetí en silencio la pregunta una y otra vez: ¿cancelo la salida o insisto?
Nuestro hermano mayor estaba lejos. ¿Cómo iba yo a vulnerar su intimidad para obtener una respuesta? ¿Cuál respuesta? Después de todo, para él los últimos meses habían sido una noche demasiado larga y aunque el amanecer pareciera cerca, todos sabemos que esa es -precisamente- la hora más gélida de la jornada.
Habría que seguir adelante con el plan y confiar. Por todos y para todos. Así, después de una semana que en forma casi irónica nos habíamos propuesto tiempo atrás dedicarla a los primeros auxilios, llegamos al atardecer del 14. Reunidos en las inmediaciones de Bachillerato, subimos las mochilas al bus, algunos nos montamos en los autos y nos lanzamos en medio de la noche hacia la cordillera que dos semanas atrás robó a Marco su último suspiro.
A Marco Vera y a sus compañeros de cordada va afectuosamente dedicado el presente artículo.
~Nicolás A. Fuentealba Santelices
A medianoche y luego de un breve rally nocturno con Vicky al acceso a las termas de Colina, armamos el primer campamento en la desolación de "El Cabrerío". Desde los autos, desde un cerco humano de protección térmica y emocional, el viento arrastraba palabras y frases aisladas, descontextualizadas, y ocasionales estallidos de risas grupales.
Después de comer y sin aún tener ganas de dormir, salí para probar suerte con las fotografías nocturnas. Hacia el sur, el cerro Catedral con sus extensos acarreos en la base y largas paredes de mierdalita pura:
Frente a esto, por el norte, oculta tras las paredes del Aguja Escondida, la luna sacaba brillo a las brumas nocturnas, mientras Orión nos vigilaba atentamente.
El resto de la noche transcurrió sin novedad, con una brisa suave y constante.
A las seis de la mañana la luz en la carpa ya resultaba insoportable. Salí para despejame y tener una nueva vista del entorno:
Comprobé que habían llegado refuerzos, aunque nuestro General seguía ausente.
¿Qué le habrá ocurrido? ¿Habrá sido exitosa su búsqueda en el norte? Durante el día, esas preguntas seguirían esperando respuestas.
Desayunamos y comenzó el desarme. Nuestro objetivo era internarnos hacia el norte, bajando por la huella hacia el río Marmolejo y para luego volver a ascender, encaminándonos hacia el cajón del Arenas, en cuyas inmediaciones estableceríamos nuestro nuevo campamento. Los autos transportaron la mayor cantidad posible de mochilas. Otros optamos por llevarlas por nuestra propia cuenta, confiando en que la bruma se encargaría de mantenernos frescos y a punto.
Avanzaron los autos por la gran recta final hasta que los surcos del camino hicieron imposible acercar más la carga. A nuestra espalda, el bajo del camino que nos separaba de Cabrerío quedaba cubierto en niebla.
Frente a nosotros, el cerro Arenas (4.366 MSNM) a los pies del cual, protegido entre enormes placas con las más diversas siluetas, estaba nuestro próximo y definitivo lugar de acampada.
Descargamos y distribuímos las mochilas para continuar los últimos diez minutos de marcha, atravesando el primer nevero del fin de semana.
Llegamos a Choriboulder y frente a la cara sur del Mirador del Morado, en los picos del noroeste, advertimos una larga y uniforme meseta nevada: el cerro Unión (3.658 MSNM).
Antes de empezar a armar el campamento, nos reunimos para convenir en horarios y el plan de acción a seguir.
Cucho no parecía muy convencido al respecto:
Mientras nuestro narrador, en su tradicional vestimenta de campamento, montaba su carpa y las banderas de oración, Bea paseaba por el lugar documentando lo que ocurría:
El suscrito, coordinador de-facto de los tres episodios de M1-2008:
Durante la hora y media de relajo que tuvimos para prepararnos para la nieve, Bea captó la génesis de lo que en el Plomo vendríamos a conocer como un hidalgo acto de cortejo por parte de Peala'o (opcionalmente pueden usar la música para imaginar).
Caludito Allard, decano de montañismo, en una de sus habituales actividades: persuadiendo a algún incauto (en este caso a Guido, viejo conocido ya) para que le tenga almuerzo listo al regreso:
A las diez en punto y bajo un cielo parcialmente despejado partimos cajón adentro. Caminamos siempre con la pared sur del Arenas y el estero Morado a nuestra derecha, mientras que por la izquierda teníamos la falda norte del Ruhillas:
Una y otra vez el paisaje sobrecogía con el contraste entre quebradas verdes y lomas áridas, acarreos interrumpidos aquí y allá por manchones de vegetación que crecían como pecas sobre un rostro seco y curtido por el sol. Un poco más lejos, más al interior, la nieve enfríaba el viento que soplaba en dirección nuestra. Teníamos que adentrarnos tanto como fuera necesario para encontrar neveros aptos para practicar. Y mientras una vieja huella interrumpida ocasionalmente por la nieve subía con suavidad hacia el Unión, nosotros empezamos a bajar, atravesando la nieve, acercándonos al estero. De pronto nos encontramos de lleno ante la majestuosidad invernal del cajón del cerro Arenas:
Para que la instrucción resultara mejor, nos separamos en tres grupos, uno con Claudio Allard, otro con Pelado y otro con Cucho y la Lore. Las circunstancias estaban listas y perfectas para que cada grupo aprendiera a abrir huella en nieve y pudiera practicar los distintos métodos de autodetención; por ejemplo, sin piolet:
© 2008 Lucy Titmus
Para los habitué del blog!
Segundo Acto: La Sombra en el Horizonte Hace Temblar la Tierra
(Por favor, acá pongan música)
Cada quien practicaba lo suyo y luego se descansaba compartiendo jugos, frutas secas y barras de cereal.
La conversación estaba animada hasta que notamos un abrumador silencio en todo el entorno. La montaña se aquietó y permaneció estática, como si pudiera contener la respiración. Repentinamente un suave temblor y desde lo más alto se levantó el polvo; segundos después rodaron rocas loma abajo.
La briza susurró en mi mente la vieja tonada vaquera de más arriba y alguien anunció en el horizonte una sombra solitaria que caminaba en dirección nuestra.
Pelado exclamó: "¡Oh! Es Dyoz, que baja a por nosotros"
Cargaba con un gran petate a su espalda y a cada paso la tierra temblaba bajo sus pies. Si alguien le hubiera visto el aura, inmediatamente habría advertido cómo doblegaba la secreta voluntad de la montaña sin violencia alguna, sino simplemente con su mirada, con su respiración y su paso decidido. Alzó la vista a nuestras miradas silenciosas y entonces comprendimos que era EL:
¡Encontró a Olivares!
Nos reunimos todos en torno al nuevo integrante
Y él rápidamente tomó el mando de la situación
Buena conversación después del reencuentro
Y una vez que se hubo puesto el traje de supehéroe...
...pasamos a la acción!!!
Con ustedes: Vicky, Ernesto y Bea respectivamente.
Desde luego, siempre hay formas novedosas de usar los piolet. Acá Cucho y la Lore nos enseñan una de ellas:
Aprovechando la nieve y el día de instrucción, un equipo de maniobras invernales se puso manos a la obra confeccionando una trinchera y enterrando una botella con agua, para aprender a (no) encontrarla usando una sonda.
Martín ajusta la sonda para empezar a buscar la botella de agua.
Poco después de la tres comenzamos a ordenar las cosas y nos retiramos de regreso al campamento. En el nevero donde practicamos con Pela'o se veía la huella ondulante que hicimos para subir, cortada a su vez por uno de los toboganes por los que nos lanzamos para autodetenernos.
Dejamos a nuestras espaldas el cajón y emprendimos el regreso a casa.
Frente a nosotros, las sinuosas faldas de los cerros nos describían la ruta de regreso y el volcán San José, lejos al oriente permanecía con su cumbre cubierta en apretadas nubes.
Ahora a nuestra izquierda, el Arenas manchado en luz y sombra reflejaba el frenético ritmo del viento arriba en el cielo, a través de las nubes en constante cambio.
A medida que nos acercamos, en un momento providencial las sombras cedieron y el Diedro del Mai quedó completamente expuesto, mágicamente iluminado frente a nosotros:
Al oeste del diedro el filo dejaba entrever los neveros que aún resistían por el lado sur:
Visto más de cerca:
Poco a poco la nieve fue quedando atrás.
Y paso a paso cada vez nos acercábamos más a casa.
Choriboulder cobró vida:
Y sobre el secador de ropa, Claudio (a.k.a. Pela'o), Paula y Alexa contemplaban la vida en el campamento y las múltiples posibilidades para escalar que había cerca:
¿Cuál secador de ropa? Ah pues muy fácil; este:
Con Pato nos preparamos una olla de risotto para comer, acompañado de litro y medio de ZukoGO
Por la entrada de la carpa veíamos el viento pasar a través de las banderas de oración, transportando así las bendiciones de las mismas:
Intermezzo: Taller de Boulder con Claudio y Claudio
El campamento parecía un pequeño hervidero de vida en tránsito. Ropa puesta a secar, cocinillas a máxima potencia secando guantes e hirviendo agua y disusiones gastronómicas entre insígnes representantes nacionales e internacionales.
¡Buen provecho!
Terminado el almuerzo (o comida, según el punto de vista), notamos un tránsito inusual hacia las rocas detrás de nosotros. Cámara en mano, salí a ver qué podía ser lo que estaba pasando y me encontré el siguiente cuadro:
Luego vino el turno del otro Claudio:
Nico Moreno, demostrando aptitudes en su primera aproximación a la escalada:
¿Alguien mencionó la palabra "agarre"?
Alexa también aprovechó el impulso del momento:
Claudio y Claudio, aistido y asistente, pura emoción (y muchas risas):
Las rodillas sangrantes de Katha fueron la nota de color en la jornada. Laureles pa' la cabra que resultó ser la más aperrada entre todos:
Pronto la luz se fue apagando y comenzó a entrar el frío. Al norte, encendido en tonos naranjos, el cerro Arenas se despedía de nosotros hasta el día siguiente:
Regresamos al campamento y conversamos en círculos, protegiéndonos unos a otros del frío hasta que finalmente oscureció y cada quién decidió irse al sobre. La jornada siguiente comenzaría muy temprano y cada hora de descanso era energía adicional para llegar a la cumbre.
Tercer Acto: A las Tres a la Cumbre
Las primeras alarmas comenzaron a sonar cerca de las tres de la mañana. Con primera capa, polar y su frontal y su característico buen humor, Ernesto se paseaba por el campamento invitándonos a salir a disfrutar la agradable luz nocturna.
Desayuné jugo, un brownie, una barra de cereal y un par de galletas. Bien abrigado y mochila al hombro, salí para formarme junto al resto y a las cuatro la primera avanzada iba ya en camino. Con Pato -con frío- y la Katha -con un ritmo que haría morir de envidia a Messner- nos integramos a la marcha, avanzando un poco más al oeste del desvío al Diedro y bajamos al estero para aprovisionarnos de agua. Reunido todo el contingente, se definió avanzar con una sola pausa a mitad de camino antes de llegar a la laguna del Morado. La nieve que ayer estaba sopeada era a esta hora una costra dura y que reflejaba impúdicamente la luz de nuestras frontales y la luz de la luna.
Poco después de las cinco y media concluía el descanso previo a la laguna y reemprendíamos la caminata. Hacia el oriente, los primeros atisbos de luz se asomaban por la cordillera nocturna:
Enfrentamos el Mirador del Morado y el gran maciso del Morado mismo poco menos de una hora más tarde. La luz se había apoderado del cielo perfectamente despejado y entonces fue cuando el frío comenzó a arreciar.
Un poco más atrás, Paloma lideraba la cordada que integraba junto a Rodolfo y Felipe:
Pronto llegamos a las inmediaciones de la laguna y los que aún no nos poníamos las polainas ni los guantes de nieve aprovechamos para hacerlo.
Los que ya estaban preparados capeaban el frío acompañándose unos a otros, como lo hacía el Club del Frío:
Desde ahí hasta la cumbre, se encargaron de abrir la huella Pela'o y Nelson, en un ascenso que comenzó gélido y al cabo de escazos minutos ya nos tenía a todos más traspirados que en baño turco. De ahí la notable intervención de Claudio a viva voz mientras abría huella: "¡Que responda el que tiene calooooor!". El "¡Yo!" de respuesta fue al unísono y contundente.
Sin más apoyo que el piolet y en máxima concentración, especialmente cuando cambiaba el lado que usábamos para subir, a las nueve de la mañana nos encontrábamos en una terraza a pocos metros de la cumbre y separados de ella por una suave pendiente plagada de pequeños penitentes.
Las primeras impresiones de la cumbre:
Premunido de la infaltable bandera chilena Ernesto lideró el ¡Viva Chile! seguido de un muy sentido ¡Viva Coyhaique! no sin antes decir emocionado algunas palabaras para recordar a Marco:
Fotos de cumbre:
Foto de cumbre con la Vicky y de fondo los cerros Catedral y Puntiagudo:
Más de alguien se preguntará si desde ahí se veía o no el campamento. Pues bien, desde el extremo sur de la cumbre la vista era la siguiente:
Aguzando la vista y siguiendo el trazado de la huella, se podían distinguir a lo lejos pequeños puntos de color:
Ahí en la cumbre también nos enteramos del desconocido oficio fotográfico de Ernesto. ¿No me creen? Pues vean la siguiente foto:
La mitad de la tarea estaba cumplida. Ahora faltaba la otra parte: ¿cómo diablos bajamos de ahí? Se escuchó la expresión "potocross" y después de los correspondientes deslizamientos para reconocer si el nevero aguantaba o no, empezó la fiesta. Desde abajo el carnaval era el siguiente:
Desde lo alto, la cosa se veía más extrema, más entretenida:
Lucy captó bien el descenso de Rodolfo. Ahí les va:
Las instantáneas del mismo fueron dignamente captadas por vuestro servidor:
Y este es el momento en que al pararse, la nieve se le mete por detrás del pantalón:
A pocos metros Tom llegaba donde nosotros sin percances:
En resumen, lo que nos tomó bastante más de una hora de ascenso, lo bajamos en menos de 5 minutos del más absoluto frenesí invernal. Reunidos todos abajo, nos volvimos a deslizar por un nevero más corto y luego debimos continuar caminando. Eso no significa que a la ocasión le faltó mas acción, porque lo que empezó como simpáticas bromas con nieve terminó en un anárquico duelo multilateral de bolas de nieve. Pelado y Dani tomaron sana distancia del mismo para darle a la buena conversa:
Y este corresponsal fue captado muy contento después de una excelente jornada:
Epílogo
Era cerca de la una de la tarde cuando el grueso del grupo regresaba a Choriboulder y debíamos desarmar el campamento rápido porque el bus nos estaría esperando en Cabrerío a las dos.
Luego de reportar nuestro exitoso regreso en el retén de San Gabriel, continuamos a toda velocidad hacia nuestro próximo objetivo: las empanadas de "El Pelao" en El Manzano:
Reunidos en torno a cantidades industriales de empanadas y bebidas, recordamos lo que habíamos compartido en el cerro, repasamos parte de la historia detrás de la tradición de pasar a comer donde El Pelao e imaginamos los proyectos que nos aguardaban dentro de algunas semanas más.
De izquierda a derecha: Claudio, Pato, el suscrito, Martín y Paula
Así fue como transcurrió el tercer episodio de nuestro anómalo sambullido al montañismo entre agosto y diciembre del 2008. Le sacamos trote a los piolet, nos conocimos un poco más, un poco mejor y lo pasamos bien haciendo lo que nos gusta hacer, con la gente con quien nos gusta compartir.
Agradecimientos:
- A Claudio Allard, gracias a quien fue posible realizar satisfactoriamente esta salida a pesar de no haber contado desde el principio con la presencia física de nuestro hermano mayor; a Claudio Suau, la Vicky, Cucho, la Lore, Guido, Nelson, Martín, Paula, Felipe, Sven y, en general, a todos "los viejos" que nos acompañaron y apoyaron ese fin de semana para que la salida resultara ser el éxito que fue. A todos ustedes ¡un millón de gracias!
- A los concurrentes quienes, a pesar de las muchas dificultades y correos de presión, se atrevieron una última vez a confiar en el resultado de otra actividad "no oficial"; a cada uno de ustedes venga mi mas sentido agradecimiento.
- A Bea Alarcón y Lucy Titmus por sus hermosos aportes fotográficos y registrales, sin los cuales este artículo sería bastante menos de lo que intenta ser.
- Finalmente a nuestro hermano mayor, Ernesto, por su apoyo, confianza y preocupación por hacer las cosas bien y que nos demostró a través de los distintos episodios espontáneos que nos marcaron de septiembre a noviembre, cuán importante es aprender a confiar y pelearla hasta el final. ¿Rendirse? ¡Jamás!
- Y ¿cómo no? a usted mi buen lector, que se ha dado la lata de llegar hasta esta línea de la crónica ¿realmente no tiene nada mejor que hacer? Salga a subirse un cerrito mejor, seguro que vuelve con una buena historia para contar! Gracias por darse el tiempo de leer y déjese un comentario no más!
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