Monday, February 02, 2009

Cancha de Carreras: aclimatando para el Plomo

El examen del lunes era la vida, LA bomba de racimo de la cuál había que tomar resguardo a como diera lugar. El sábado y domingo eran clave para estudiar y no importaba la nota de presentación ni lo que hubieras estudiado durante el año, porque eso da lo mismo en un examen que vale 50% o cuando te rajan sin piedad por decir "clasificación" en vez de "modo". Sábado y domingo eran, también, todo lo que valía para ir al Plomo. No importaba cuánto hubiera entrenado si no tenía al menos una salida de aclimatación previa y ese fin de semana era la última: el cerro Leonera (4.950 MSNM).

Sábado 20 de Noviembre de 2009; 03:34AM.
"¿Desea guardar los cambios efectuados en "Informe - Fulano de Tal con Fisco.doc"? Haga click en "Aceptar". Click. ¡POR FIN! Así terminaba la maratón de informes de causas de la práctica.
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Tres horas más tarde odié el despertador, pero la expectativa de un cerro después de semanas sin poner un pie en la tierra fue motivación suficiente. Metí a la mochila los resúmenes de Teología Natural y Psicología Filosófica y partí al Unimarc de Escuela Militar a las siete y media.

A las diez de la mañana ya estábamos todos en La Parva, revisando mochilas, los jefes negociando precio con los tipos a cargo del andarivel y como siempre, la gallá con el ánimo excelente:

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Dije "ánimo excelente" chiquillos ¿a ver Fernando? Ayúdame:

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Eso está mucho mejor ¡Gracias!

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Esta temporada La Parva decidió cerrar el acceso vehicular para ascender más arriba de los andariveles, custión que hizo a muchos montañeros rasgar vestiduras una vez más con el tema del libre acceso a las montañas (pataleta injustificada en mi opinión, pero ello no es materia de este relato). Por ello el ascenso hasta la laguna Piuquenes fue tan ligero como subirse al andarivel y dejarse llevar:

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Claro, en ese momento yo aún no sospechaba que subir a pie o en andarivel podía hacer una pequeña diferencia en tu aclimatación, pero cuando la noche anterior dormiste menos de tres horas no piensas en eso. Además, si andas en grupo, te pliegas a él en vez de hacer grupo aparte.

Fernando y Tamara en el portezuelo Franciscano:

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Hacia el este, la laguna Piuquenes:

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Al norte y al oeste teníamos la huella que ascendía por el acarreo del Falsa Parva, la que después de haber conocido el acarreo del Lanín (a mediados de enero del 2009) ahora no parece ni larga ni cansadora, pero que a muchos aquel día nos hizo putear bajo la respiración contenida:
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A más o menos un tercio de la subida:
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Subíamos y subíamos lentamente, en fila, pasándonos unos grupos a otros, reacomodando las mochilas ocasionalmente. Hacia arriba, mientras más nos acercábamos al filo, distinguíamos el viento por el modo en que éste jugaba con las nubes:
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Alcanzada la cumbre del Falsa Parva, seguimos hacia el interior, al norte, caminando por el filo. El viento soplaba constantemente y con intensidad cambiante; ocasionalmente se despejaba una fracción celeste de cielo en medio de la bruma que en ningún momento dejaba de arremolinarse en todas direcciones.
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Es en este punto de la historia cuando el suscrito decide detenerse porque se ha dicho a sí mismo "Tengo frío". Saca de su mochila el clásico softshell rojo, se acomoda el Buff en la cabeza y trata de pensar en una buena canción para expiar los fantasmas del cansancio. Está en eso cuando al ver pasar una chica con audífonos blancos recuerda que en la mochila tiene la Palm. Y con ella los audífonos.

Un minuto más tarde la parte 1 de The Way Up (Pat Metheny Group) me tenía caminando un poco más despierto. No podría decirse que iba "animado", pero al menos me mantenía caminando y con la mente alejada del problema del sueño, de la espalda y del aire. Caminaba y eso era lo que importaba. ¿Cuánto faltaba para llegar a Cancha de Carreras? Pico en el ojo, lo único que contaba era avanzar.

Hasta que llegamos al portezuelo entre el Parva y el Pintor. Ahí estaba el refugio y a su alrededor un montón de montañistas, algunos eramos nosotros y otros eran otros. Ya me empezaba a importar un carajo distinguir si las siluetas eran del grupo nuestro o eran ajenos. Lo único en lo que pensaba era en sacarme la mochila y dormir. En mi cabeza comenzaba a revolotear como polilla en torno a una ampolleta mi nuevo mantra de montaña: esta mochila es una mierda, esta mochila es una mierda, esta mochila es una mierda, esta mochila es una mierda... ad eternum.
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Avancé unos cuantos metros más en dirección al Pintor, hacia una pirca que veía cerca del camino y ahí boté la mochila. Apoyé la espalda contra la pared de rocas y por algunos minutos fue la gloria. No había viento, el peso había desaparecido, podía cerrar los ojos y respirar hasta llenar los pulmones. Placer sublime.

Una vez más el viento abrió parte de las nubes y en el sueño alcancé a tomar la cámara para registrar el breve atisbo al Pintor:
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Fue la última foto que tomé ese sábado.

¿Qué pasó? Pasó que me acosté a las tres y media de la mañana. Pasó que avisaron que no había agua y andaba acarreando cinco litros de agua (además de la carpa, el saco, colchoneta, comida y ropa). Pasó que tenía sueño y que a la mochila (una mierda por cierto ¿se los comenté?) se le cortó uno de los tirantes que ayudan a (no) distribuir el peso en la espalda y en vez de pasar peso a las caderas, lo llevaba todo en los hombros. Ah y por cierto: la altura. La maldita altura, junto con todo lo anterior, me había empezado a hacer doler ligeramente la cabeza.

Pocas veces lo paso mal en un cerro, pero esa ocasión fue de antología. Subir al Pintor para pasar hasta Cancha de Carreras fue una marcha lenta y desgradable, puteando mentalmente una y otra vez, tratando de mantener la concentración en el camino y disfrutar, viendo pasar piedras, nubes, nieve y laderas que podría haber fotografiado. Pero estaba mentalmente indispuesto, la voluntad la había destinado íntegramente a la labor de caminar y avanzar hasta completar el trayecto costara lo que costara porque armar la carpa y acostarme era lo único alegre que podía imaginarme.

Hice una última pausa a mitad de camino, parando a conversar con una pareja que, como nosotros estaban ahí para intentar el Leonera y así prepararse para el Plomo. Bien atentos ellos, compartimos barras de cereal y jugo y luego continuaron. Descansé un poco más y cuando pasó Damián seguí junto a él y el resto del grupo que iba cerrando. Faltaba poco y pronto estabamos en el campamento.

Amé mi carpa Bask que se arma en menos de tres minutos, tiré la colchoneta, el saco y morí. Así de simple. Adios fotografías, adios hambre, adios camaradería. Todo lo que necesitaba era eso, y ahí lo tenía. Mientras el mundo daba vueltas y de unos cuantos metros más allá provenían risas y conversación. ¿Qué mierda estará pasando? me preguntaba y, días después, con las fotos me quedaba una idea más o menos clara. Ahí van:

Partamos por JP, jefe de la expedición junto con Damián, y su facilidad para responder al estímulo "Pon cara de cuncuna JP". El resultado fue el siguiente:
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© 2008 Beartiz I. Alarcón H.

Me parece importantísimo resaltar la expresión consternada de Damián, el otro jefe, que miraba este cuadro mientras conversaba con Pancho.
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© 2008 Fotografía de Beartiz I. Alarcón H., procesada digitalmente por Nicolás A. Fuentealba S.
Imagino que la única palabra en que podría haber estado pensando Damián, mientras veía a JP simulando cara de cuncuna, era "orate".

Luego vino la simulación de un pingüino emperador:
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© 2008 Fotografía de Beartiz I. Alarcón H., procesada digitalmente por Nicolás A. Fuentealba S.

Y mientras todo esto ocurría, la comida de la Bea y la Sole sufría un accidente:
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© 2008 Beartiz I. Alarcón H.
Por cierto, el honor de Cucho también sufría un accidente gracias a la fotografía que parece sindicarlo como único autor de la tragedia gastronómica. Pero en el fondo todos saben que como buen caballero que es don Cucho, fue él quién primero acudió en ayuda de la desgracia.

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© 2008 Beartiz I. Alarcón H.
La caballerosidad no es, precisamente, una virtud que abunde en los cerros hoy en día.

Mientras tanto en mi carpa capeaba yo la puna lo mejor que podía hacerlo. Nico me había convidado kitadol y luego la Clau me convidó un termo con te, que fue lejos el te más disfrutado que he bebido alguna vez. Cerca de las ocho me levanté y salí a caminar un poco. Había olvidado la cámra en la carpa y el atardecer lo teñía todo de rojo, pero no importaba, porque el dolor de cabeza, la nausea extrema y el dolor de espalda habían desaparecido.

Anocheció y disfrutando la soledad de mi carpa, me preparé una sopa Maggi de caracolitos con carne mientras escuchaba Soda Stereo. Me acosté y puse el despertador a las tres de la mañana. Eran diez para las once.

Desperté un par de veces durante la noche pero sin dolor de cabeza. Desperté bien. Hasta que me paré y el mareo resultó evidente. Pensé en el cerro, en el examen del lunes y en las carpetas que me quedaban por informar, pensé en salir ahora, subir, bajar, volver a Santiago y luego ¿seguir estudiando? ¿me daría la cuerda? Ponderé las circunstancias, asomé la cabeza hacia afuera y vi cómo el campamento era un hervidero de frontales llendo de un lado a otro.

Y me quedé. Dormiría hasta la mañana y luego estudiaría de los resúmenes. Aprovecharía de descansar para poder terminar bien las cosas al regresar a Santiago. Al final, al cerro siempre puedes regresar, aunque no te guste renunciar a él. Le avisé a Damián que me quedaba, volví a mi carpa, me metí en el saco y apagué la frontal.

A las siete el calor era insoportable y un ligero dolor de cabeza hizo que pronto empezara a aburrirme del tono ambarino al interior de la carpa. Busqué el resumen de Teología Natural y fui a la sección sobre Atributos Divinos. Apunte en mano, salí a caminar y buscar un baño.
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Con el Leonera y el Plomo a mi izquierda, caminé bajo el cielo completamente despejado, en esa fresca mañana. Regresé a mi carpa a buscar la cámara y decidí registrar cómo me parecía que era esta llanura andina conocida como Cancha de Carreras.

Empecemos por los protagonistas de la geografía, quienes primeramente llaman la atención del caminante:
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A la izquierda el Leonera y a la derecha el Plomo.

Una vista panorámica hacia ambos colosos:
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Antes de ir al extremo oriental de Cancha de Carreras, me di una vuelta por el campamento y compartimos un rato con el resto de la gente que se había quedado:
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Después de conversar y desayunar con JP, la Vero, Tamara, Fernando y Juaco; tomé la cámara y partí.

La tierra en esta zona es curiosamente blanda. Toda ella parece una suerte acolchamiento dispuesto en pequeños abombamientos que protruyen de la superficie con timidez:
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En algunas partes, la regular trama de tonos café y terracota desteñidos se ve interrumpida por alguna pequeña piedra pintada con una paleta diferente:
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Llegué a la cornisa nevada y miré hacie el norte, buscando con la vista adivinar dónde podría encontrarse la bajada hacia el refugio Federación a los pies de La Hoya, la antesala del Plomo.
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La bajada estaba aún más al norte, detrás del promontorio de tonos rojos ubicado -en la fotografía- a la derecha del glaciar Iver.

Luego miré directo hacia el este. Lejos, en la última cadena de montañas que se alcanzaba a divisar, un monte nevado y de cabeza relativamente plana se erguía por sobre los cordones más cercanos. Me emocionó reconocerle. Junto con el Puntiagudo, en el sur, este es el otro volcán que desde pequeño he soñado con ver y ascender, y ahora podía reconocerlo con mis propios ojos, directamente frente a mi, como marcando la línea del horizonte:
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El Volcán Tupungato (6570 MSNM)
Más de cerca:
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Desde el mismo punto, giré la vista un poco más hacia el sur.
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En algún lugar del valle más próximo se encontraba Piedra Numerada y detrás de su pared este, el cordón del Cepo, estaba el cajón del río Olivares, resguardado más al oriente por la sierra del Coironal.
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Por la derecha, al fondo, se divisaba el Marmolejo (6108 MSNM) y el volcán San José (5856 MSNM).

Con zoom y mejorando un poco los parámetros de la cámara, luce mejor la larga loma blanca del glaciar Marmolejo y a la derecha, el cráter del San José:
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Detrás mío, Cancha de Carreras en toda su extensión:
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Una solitaria figura caminaba en dirección a nuestro campamento. Si andaba solo era poco probable que fuera uno de los nuestros regresando, porque el que se devuelve, lo hace siempre con su compañero de cordada.
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De todos modos, era ya buena hora para regresar y ordenar la carpa. En algún momento habría que bajar de regreso a Santiago y, como el tiempo era ciertamente un apremio, mientras antes mejor. Respiré hondo, volví la vista una última vez hacia el cajón del Olivares, el Tupungato y el Marmolejo y caminé de vuelta.

Era casi mediodía cuando por el norte se divisaban los primeros en regresar.
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Poco a poco iban llegando, algunos contentos, algunos cansados. Su regreso marcaba el fin de la espera y el comienzo del desarme del campamento.
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Cata y Cristi regresando tras la jornada de cumbre. Detrás de ellas, indistinguible, el resto del grupo.

JP fue recibiendo a los cumbreros mientras la Clau se aseguraba de que no se nos hubiera perdido nadie.
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El trayecto de regreso comenzó con un clima opuesto al del día anterior: un cielo escazamente cubierto y poco viento. Esto permitió que al fin el cerro Pintor se dejara ver en plenitud:
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Seguimos de largo en dirección al Falsa Parva y caminaba en modo automático. No podía dejar de pensar en la cumbre que no había ascendido, en que la gran mayoría había estado la semana anterior en el Parva y el Pintor y ahora venían de subir el Leonera. A mi aún me quedaban por delante dos exámenes y la revisión de carpetas. Las últimas semanas el tiempo parecía haber estado transcurriendo con quiebres rítmicos incomprensibles y, sin embargo era evidente que en aquel entonces, como hoy, su pulso era siempre el mismo.

Desde el Falsa Parva bajamos un par de metros por un nevero y luego seguí las huellas del acarreo hacia el sur. Cada quien elegía la huella que mejor le parecía.

Pronto alcancé el extremo sur de la loma y frente a la pared de roca sobre la que me encontraba divisé la línea de asientos del andarivel y, más abajo, los tranques a un costado de los refugios del centro de ski.
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Nuevamente el clima cordillerano nos imponía su voluntad y enormes masas grices, blancas y plateadas se arremolinaban lentamente sobre nosotros.
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Un poco más abajo, a cada paso que el grupo se acercaba el viento y las nubes parecían querer ocultarnos la laguna Piuquenes.
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Y al volver la vista hacia el filo del Falsa Parva, el cielo se despedía con una última fracción despejada.
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Nadie se detuvo en el portezuelo y hacia el andarivel sólo se distinguían los distintos tonos de gris de la bruma ascendiendo hacia nosotros.
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Antes de subirnos al andarivel para regresar a los autos, esperamos a que todo el grupo estuviera reunido una vez más. Caminé hacia una de las torres que sostenían otro andarivel y la imagen me hizo pensar en la expresión "máquina de tortura". Tomé una foto imaginando que podría asemejarse a la ilustración de un libro de cuentos de Stephen King o H.P. Lovecraft.
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Bajamos con el viento empujando la bruma contra nosotros. Hacía frío en el andarivel y no me podía sacar de la cabeza que en menos de doce horas debería saberme de memoria las cinco vías para demostrar la existencia de Dios. No había hecho cumbre y el día anterior me había sentido desastrozamente mal. ¿Qué ocurriría en el Plomo? Eso sólo lo averiguaría después de Navidad.

2 comments:

durandal said...

Mis saludos desde el comedor de un Hostelling International en Vancouver, café y tostadas a mi derecha.

Mis comentarios abundan, así que los enumeraré.

1) Entre las fotos iniciales, cuando pediste más ánimo, no todos cooperaron. De hecho la chica de la derecha parece un copy paste en la segunda foto.

2) Te recomiendo editar tu template para que el ancho permitido del texto no pase de los 80, 90 caracteres. Es lo más legible. Las fotos, por otra parte, no tienen que restringirse a esto.

3) Con respecto a las fotos: Cuando las tengas en Photobucket, usa la opción que te de el bloque de todos los links directos, y no el que te da todas las fotos rodeadas de un link simplemente a photobucket.com. Uno se entusiasma, piensa que lleva a una versión más grande, y luego dice "buuu".

4) Cuando identificas cerros en una foto, podrías implementar un javascript para que, cuando pases el mouse sobre la foto, se cargue una versión alternativa, con flechas y etiquetas. No es difícil, es cosa de buscar "javascript rollover" y copy paste.

5) Las panorámicas: que sean un link a una versión más grande!!

6) La Clau realmente se ve como mecánico de auto con esos goggles. Pero no le digas que te dije.

Saludos,

d.

Unknown said...

Quien diría que disfrutando inocentemente del relato de un grandioso paseo, encontraría un comentario como ese Durandal... Nunca más te espero lista pa ayudarte con la moto, en pleno cerro!! jaja...

Un abrazo a los dos y que se vengan más aventuras!!

Clau