Tuesday, October 14, 2008

Reportero del Crimen

Ir a tribunales suele ser una actividad de suyo poco estimulante. El tedío de tener que cumplir esa tarea a veces, eso sí, puede resultar beneficioso. Así ocurrió cuando a fines de septiembre salí cámara en mano, dispuesto a ir saboreando poco a poco los bocados visuales ocultos en los recovecos de la capital.

Por eso, mis amigos lectores, esta no es una crónica de montaña, sino más bien una pequeña apología visual de ciertos lugares de Santiago.

El recorrido fue desde el alma mater, en Alameda con Portugal, hasta Toesca con Avenida España, la esquina de los juzgados del crimen. Una caminata de poco más de 3,5 kms.

Bajé por la Alameda hasta llegar a La Moneda y doblé hacia el sur para seguir por el paseo Bulnes. Recién ahí me di cuenta que no había tomado foto alguna.



Hacía frío y la cantidad de personas disminuía según más me alejaba de la Alameda. Así se veía en esa dirección:



Cuando llegué al final del paseo, doblé a la derecha y seguí bajando por el parque, esperando llegar en algún momento a la Norte-Sur. Antes de eso, vi una universidad que parecía dormida. Entre la pared del edificio y la vereda habían dispuesto una malla y detrás de ella se divisaban mesas y sillas tipo kiosko Coca-Cola, y unos cuantos individuos conversando. Un poco más adelante, un grafitti invitaba a reflexionar profundamente:



Noté que del otro lado de la calle se veía un jardín de árboles enormes y un edificio de pretenciosas características. Cuando me acerqué supe que era el Palacio Cousiño.
De los árboles que había en la pequeña plaza al lado sur del palacio, hubo uno que me recordó los baobabs de El Principito:



Los pliegues y arrugas del tronco rápidamente estallan en suscesivos brazos anchos y fuertes, monumentalmente elegantes.
En colores y con la planta baja del palacio de fondo:



Caminando al edificio vi un par de leones resguardando una puerta que en su tiempo debió comunicar algún salón con la terraza que ahora servía de entrada lateral. A medida que me acerqué más, la vista se me fue directo a las baldozas de la terraza. He aquí el por qué:



Aquí y allá los azulejos mostraban una paleta de colores saturados que relucían en contraste con la sobriedad de tonos del edificio y el día completamente cubierto. A la izquierda, en la calle Dieciocho, estaba la entrada principal al palacio, frente a la cual está dispuesta una jardinera adornada por azulejos pintados con colores igualmente intesos, aunque el motivo es realmente distinto:



Parece describir una suerte de visión surrealista:



Del otro lado de la jardinera, está el mismo diseño, aunque con algunas diferencias. Si quieren advertirlas todas, les recomiendo que hagan el paseo al palacio. De muestra, un acercamiento a la figura central de la pintura:



Evidentemente las figuras de uno y otro lado tienen sus diferencias. Descubrirlas todas depende de ir a verlas ahí mismo. Tarea para la casa.

Antes de marcharme, eché una última mirada, esta vez al curioso y cuidado diseño de los maceteros y escaños del jardín:



Sí, así es. Esa especie de tronco ahuecado es, en efecto, un macetero de múltiples compartimientos.

Llegué finalmente a la Norte-Sur y seguí caminando en dirección al poniente hasta que al cabo de unos cuantos minutos finalmente llegaba al lugar que motivaba inicialmente la caminata: la intersección de Toesca con Av. España, la esquina de los tribunales del crimen.



Después de todo, estos tribunales tampoco están tan mal. Se trata de un edificio relativamente nuevo y bien conservado y además que como con la reforma se han ido eliminando progresivamente un tribunal tras otro, el edificio no tiene mucha concurrencia de público.



A ratos me da la impresión de que se tratara de un hotel que nunca llegó a ocuparse como tal, que fue reacondicionado y que ahora alberga una oficina que funciona sin presiones y a media máquina.

Del mesón del tribunal mismo no hay mucho que destacar. Hombres de negro, gente recibiendo malas noticias y funcionarios públicos tratando de cumplir con su trabajo mientras las agujas del reloj siguen dando vueltas sin detenerse, ajenas a toda norma o voluntad.



Creo que mucho mejor es la vista que se tiene desde ahí hacia Santiago:



Así de mejor. Y más de cerca:





Por algún motivo que no he conseguido explicarme del todo, me fascina contemplar el contraste entre lo antiguo y lo nuevo. Creo que hay algo sobrecogedor en ello:



Los contrastes, sí. Me encanta el modo en que hacen pedazos la unidad. De alguna manera la belleza de lo antiguo, a mi juicio, reside precisamente en el modo en que contrasta con lo nuevo. Un conjunto de antigüedades no revisten interés alguno si no se contextualizan con lo que el hombre hace de ellas (ya sea para bien o ya sea para mal).



Resueltos los temas legales correspondientes. Regresé hasta República dispuesto a tratar de registrar los viejos y hermosos edificios del barrio universitario y la vida que les rodea.

Los edificios más tradicionales y mejor conservados se encuentran en el tramo sur de República, lejos del ir y venir estudiantil que caracteriza la sección más cercana a la Alameda.



Al fondo, en ladrillos, el palacio de la Fundación Allende. Aquí un hermoso detalle de uno de sus ventanales:



Con cada cuadra que me acercaba a la Alameda, el gentío aumentaba y con él, las caras sonrientes:



Y el siempre sabroso comercio ambulante:



También se empezaba a ver más seguido a los queno les falta motivo por el cual alegar (seguramente, futuros abogados jejeje):



Llegué al fastfood del payaso asesino, doblé y seguí por el pasaje en busca de otras fotos más. Esto fue lo que encontré:



Una visión pseudo-parisina de un pasaje capitalino.
Y amigos conversando alegremente en su camino a clases:



Cuando vi que había un pasaje dentro del mismo pasaje por el que iba, pensé que tal vez valdría la pena ir a investigar. Edificios antiguos que sirven como residenciales para los estudiantes y esos diseños de épocas pasadas que ya nadie ocupa en las nuevas construcciones.

Si entrara por esa puerta, una fuerza desconocida me transportaría a un típico departamento francés en la Europa de 1939.



Pero es Santiago de Chile, en el año 2008 y los estudiantes siempre tienen que tener un lugar para el recogimiento y la meditación de los conocimientos trascendentales que a diario les son transmitidos:



Finalmente llegué de vuelta a la Alameda. El día seguía cubierto y plano, pero en las fantasías el viento puede deformar las nubes, el cielo puede cambiar repentinamente su aspecto y lo que antes era plano y común, ahora resulta ser una manifestación de lo imposible:



N.

Saturday, October 04, 2008

El Gordito y su Pandilla: Mirador del Cerro La Cruz

Dos semanas de organización y motivación, cientos de correos, avisos en clase, coordinación logística, consejos y lecturas entre líneas bastaron para que el domingo 28, 80 personas aparecieran en el Parque Mahuida, prestas a subir al mirador del cerro La Cruz. La idea era dar una respuesta activa al individuo que desde su escritorio tuvo la estupenda idea de prohibirnos las salidas, pero sobre todo poder darle así un espaldarazo a la persona que durante los últimos meses nos había enseñado unas cuantas cosas sobre motivación y perseverancia.

Así como los amigos pueden ponerse de acuerdo para juntarse en un bar a beber y conversar, también pueden hacerlo para reunirse a subir un cerro y unas cuantas cosas sobre la montaña. Para no complicarle la pelicula a quien se encuentra más limitado con las nefastas prohibiciones, en este artículo sólo nos referiremos a él por el apodo con que a veces le llaman: "el gordito".

Estaba sorprendido con la respuesta que generó la salida. Después de todo, la convocatoria había sido un éxito. Cinco días antes de la salida, los veinte interesados se transformaron en ochenta y de alguna manera todos pudieron llegar ahí, el día indicado, a la hora indicada:



Diez para las nueve de la mañana, después de repartir piolets a quienes les hacían falta y una breve explicación de cómo portarlos, nos dividimos en once grupos y emprendimos el camino hacia el sector de la antena, donde nos reagruparíamos para una breve charla antes de continuar.



Encontrados todos bajo el tendido de alta tensión, a los pies de una antena, escuchamos al gordito cómo nos explicaba para qué lado dejar vuelta la mochila al desprendernos de ella, temas relacionados con el calzado, qué hacer y qué no hacer con el piolet y lo importante que es caminar según el ritmo de la respiración.



Transcurrida la charla, reanudamos la marcha, con la idea de llegar hasta el mirador del cerro, un poco más de la mitad del trayecto hasta la cumbre.



Esta es una perspectiva general de la ruta que seguimos:



La imagen mira en dirección al sur-este y está captada desde el estacionamiento del Jumbo en Padre Hurtado con Bilbao, frente a la Ciudad Deportiva. A la derecha se ve con toda claridad la antena y su correspondiente casa de servicio. La línea roja señala, la ruta que seguimos hasta el mirador, mientras que la punteada corresponde a lo que serían las zonas visibles de la ruta hacia la cumbre (+2500 MSNM).

Toda la ruta transcurre con una gran vista panorámica de Santiago como telón de fondo. Así, habían grupos que se detenían para mirar alrededor en busca de los infaltables puntos de referencia que eran destacados por el anfitrión:



Un poco más arriba:



Por toda la huella se repartían las coradas, unas descansando y otras avanzando, cada una a su ritmo. En grupos grandes el ascenso siempre es más lento, pero por lo mismo es que hay más tiempo para conversar y detenerse a compartir raciones de marcha.



El gordito captado en pleno proceso de pelar una naranja, sonriente como siempre:



Seguí subiendo con mi cordada unos veinticinco minutos hasta llegar al siguiente descanso. Más abajo, los que venían en el camino saludaban alegremente a la cámara:



Rodrigo, Cucho y la Jose, compañeros de cordada, llegando a una pequeña terraza más o menos a dos tercios del camino hasta el mirador:



Desde ahí, la vista para abajo refleja claramente la ruta que íbamos siguiendo:



En el tercio central de la foto, a la derecha, se ve la ancha huella que conduce desde el principio del parque hasta la torre y la antena. Es extraña la sensación al llegar a este punto del ascenso: uno sube y sube ganando altura rápidamente y sin embargo no resulta tan cansador como se podría pensar al ver la pendiente desde ahí.

De aquí en adelante, quedaba la parte más pesada antes de llegar al mirador: una breve pero entretenida pasada de rocas, seguida de varias huellas relativamente empinadas y erosionadas, serpenteando hacia el filo donde se encuentra el mirador.

Sheila en pleno ascenso, ad portas del mirador:



Finalmente nos reencontramos todos en el mirador y el gordito pasó a tomar asiento en el palco de roca. La vista me produjo una cierta reminiscencia de las pinturas renacentistas bíblico-espirituales. Aquí está el por qué:



Compartimos piñas confitadas, frutas, agua, chocolate y galletas, y el gordito nos comentó la ruta que seguía hasta la cumbre, los cerros cercanos y los puntos de referencia semi-ocultos bajo el smog de la capital.

En cierto momento, silenciosamente un cóndor planeó sobre el filo en que nos encontrábamos, captando la atención general de los concurrentes. La luz, el cielo y los colores estában perfectamente dispuestos para una buena foto de la situación general en el mirador. Ahí va:



Cuarenta minutos de descanso y empezó a organizarse la bajada. Para cada cordada hubo diez sentadillas de penitencia por cada persona que hubiera olvidado llevar su par de guantes de cuero. Escuché por ahí que un grupo debió pagar 60. Ufffff...

Cucho, nuestro líder de cordada, explicaba a Rosita la manera correcta de llevar el piolet en la bajada:



Al fondo de la foto, la cara sur del Provincia con el nevero de cumbre aún intacto.

Para no saturar la vía ni complicar a quienes iban más adelante con posibles desprendimientos de rocas, las cordadas fueron dejando algún tiempo entre una y otra antes de empezar a bajar. Desde el mirador, la pendiente no dejaba ver lo que ocurría más adelante y los que bajaban quedaban rápidamente ocultos tras las pendiente.



Mientras unos regresaban cerro abajo, los que íbamos quedando arriba disfrutabamos del sol, la briza y la buena compañia:



Llegó el momento de bajar y adiós descanso:



Sin embargo, el principio de la bajada fue complejo para los que por primera vez subían un cerro. Y no era para menos: cuando la huella presenta una erosión más o menos marcada, cuesta tomarle confianza a los zapatos. Cuesta también acostumbrarse a usar el piolet como herramienta de apoyo potencial, pero esa era parte de la idea de hacer la salida.

Ya que el descenso transucrría lentamente, a dos chicos les pareció que las pausas eran buenas excusas para una siesta de recuperación:



A petición de los interesados, el autor de esta crónica mantendrá la reserva sus identidades (¿Verdad Pablo? ¿Verdad Pato?).

A medida que la cosa se agilizó, rapidamente el gordito adelantó algunos grupos para vigilar que todos los pollos fueramos bajando seguros y en orden.



Una vista general de la foto anterior, con la larga fila de montañeros describiendo la ruta cerro abajo:



Cuhco y el gordito se encargaron de ir cerrando el conjunto, ayudando y corrigiendo la técnica de quienes nos fuimos al final disfrutando una buena e inolvidable conversación.



Aparentemente, el grupo en general entró cada vez más en confianza y lo que originalmente era una fila relativamente compacta de personas en descenso, poco a poco fue dando lugar a cordadas más pequeñas y espaciadas entre sí.

Al oriente, las nubes se acumulaban sin apuro, mientras que el viento ladera arriba peinaba suavemente las copas de árboles, arbustos y plantas en general.



Finalmente todos nos encontramos abajo. Contentos y sonrientes, los más de ochenta estábamos de regreso sanos y salvos, unos más cansados que otros, pero todos con nuevos conocimientos, nuevas vistas y nuevos amigos. Todos pensando ya en la próxima salida que tendríamos.

Arriba, más arriba del mirador, las nubes se seguían acumulando, ocultando tras de sí la vista de los lugares donde habíamos estado. Desde ahí, alguien seguirá observando atento a quienes regresen por más, a quienes se atrevan a seguir la huella, a conocer la cumbre y asomarse a ver el mundo de infinitos detalles que existe del otro lado.




Saludos a todos. N.

Agradecimientos: al gordito y su staff de apoyo, que hicieron posible subir, bajar y cuidar de los concurrentes, y muchas gracias también a todos los que se inscribieron y estuvieron ahí, demostrando que a pesar de las dificultades que puedan surgir en el camino, con voluntad, convicción y fe se puede llegar arriba a pesar de todo.