Tuesday, January 12, 2010

Santa Elena: Primera cumbre del 2010

Fue en algún momento del 2009 que a los meses comenzaron a faltarles fines de semana. Por mi parte, comenzaron a faltarme las palabras, la determinación, o tal vez sólo fue un cambio de lenguaje, un cambio de enfoque. El blog quedó en silencio. Los artículos sin terminar y las fotos sin publicar se fueron acumulando en el disco duro y la carpeta del blog fue adquiriendo un tamaño completamente desproporcionado al de su supuesto resultado. Después de esos meses viviendo más acá de la hoja en blanco, a medida que se cerraba el 2009, el proyecto de ascender el Tupungato fue tomando forma y así sucedió que llegó el fin de semana de la primera salida que haríamos para prepararlo.

¿Dónde partimos? Al cerro Santa Elena (4.600 MSNM), inmediatamente al sur del paso fronterizo Los Libertadores, al este de Los Andes. La idea era aprovechar de dormir en altura y subir un cerro para hacer algo de ejercicio, todo matizado con una cierta cuota de relajo que se adivinaba ya desde que nos juntamos el sábado al mediodía y no temprano por la mañana, como de costumbre. Después de una ágil reestructuración logística, partimos la Lore, Emil y Cucho, el Negro y yo, todos juntos en la camioneta del Negro rumbo al norte, buscando ganarle tiempo a los clásicos banderilleros que hay entre los Andes y Portillo.

A punta de cumbia y reggeaton fueron quedando atrás los cajones tributarios del río Aconcagua (Juncal, Colorado o cuál sea el nombre que prefieran darle), hasta que llegamos al complejo fronterizo. Para aprovechar la espera en medio de los trámites aduanero-policiales, almorzamos pollo con papas fritas cortesía del Negro. Superada la burocracia, nos adentramos en dirección a la frontera, y con una inmejorable vista al Juncal ascendimos hacia el Cristo Redentor.

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Cuando llegamos al portezuelo, el sinnúmero de visitantes con poleras del fútbol argentino daban la impresión de que hubiéramos llegado a un lugar turístico exclusivamente argentino. Pero no, también habían chilenos. Ahí nos esperaban la Clau, Tatán y el Rorro.

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Vinieron los saludos, fotos, comentarios de rigor a propósito del viento atroz que soplaba en todas direcciones y para entrar en calor nos pusimos en marcha al lugar de campamento.

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El de la bicicleta es el Negro. La subió hasta el paso en el pick-up de la camioneta y luego la llevó consigo, entre acarreos, neveros y penitentes, hasta el campamento mismo. Esta moda de subir bicicletas al cerro parece ir ganando cada vez más adeptos.

Verificamos la altura a la que estábamos, la ruta del cerro y hacia el este encontramos rocas para proteger las carpas del viento. Ahí armamos el campamento.

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Al fondo, en la luz del atardecer, el cerro Tolosa y el inconfundible Glaciar del Hombre Cojo.

Después de armar la carpa y dormir una corta siesta, revisamos la hora y advertimos algo preocupados que la Clau con Tatán y el Rorro aún no llegaban. Un minuto más tarde, llegaron los alegres caminantes. Tatán a emparejar el piso para poner la carpa; la Clau a buscar un tacho para convidarle sopa a un entumido Rorro, y un friolento Rorro sintiendo los embates de estar por primera vez sobre los 4000 MSNM.

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Sin esteros cerca del campamento y con poco viento soplando, lo único que se escuchaba además de nuestras propias voces era el murmullo del anafre calentando agua para tomar sopa. Y al oeste, en el horizonte, el atardecer se despedía de un día de relajada caminata con una solitaria estrella en lo alto.

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Conversando y tomando sopa y te, con la Lore terminamos por apagar las frontales poco antes de las once, con el total relajo que produce saber que al día siguiente partiríamos a las siete (pues no hay cosa que me reviente más que esas salidas a cumbre a las 2 o 3 de la mañana).

A las seis, el termómetro indicaba -1,6°C dentro de la carpa. El cielo estaba completamente despejado.

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A tono con el relajo de la salida, dejamos el campamento a las 7:20 y partimos hacia un campo de penitentes que se encaramaban cerro arriba, en dirección al flanco oeste del Santa Elena. Tras una hora subiendo hacia el sur, avanzamos por una huella marcada en la ladera que nos dejó sobre un pequeño promontorio sin más camino al frente. A la izquierda, una suerte de huella se encaramaba a través de un laberinto de rocas y arena suelta. Seguimos gateando cerro arriba por esa ruta, esperando la parte en que el cerro volviera a ponerse chalero. Pero no pasó. De hecho un par de partes cobraron su cuota de concentración y apretuje de dientes, no mirar para abajo ni para el lado equivocado y subir no más. La bajada se ve a la bajada...

Transcurrió así la mayor parte del ascenso, hasta que volvimos a salir a un acarreo de unos 45° y tras 10 o 15 minutos de ello, comenzamos a ver lo que había del otro lado. Habíamos llegados a la cumbre después de casi tres horas.

Ahí estaba el hito fronterizo, rodeado de botellas, fierros, recuerdos varios y su respectivo libro de cumbre.

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Pocos minutos después llegó un contingente de 10 soldados argentinos muy buenos para conversar, que se estaban preparando para subir el Aconcagua. Con la gentileza de ellos, nos tomamos la foto de cumbre:

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Hacia el lado argentino del cerro, se desprende un solitario torreón que invita a sentir vértigo y, más al este, el valle se abre kilómetro a kilómetro hacia Mendoza.

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Al nor-noroeste, la cordillera se extiende permitiendo apreciar cumbres como el Bastión, Parva del Inca, Tres Hermanos y, como no, la estribación sur del Aconcagua (extremo derecho de la panorámica).

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Directamente al norte, varios cientos de metros más abajo, el portezuelo fronterizo, con los refugios y el Cristo Redentor. Al centro y arriba, la inconfundible cumbre del Parva del Inca.

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Tras casi cuarenta minutos arriba, fotos, conversación, asombro y descanso, vino lo bueno. Ahora nos tocaba bajar.

La parte de acarreo la bajamos rápido y relajados, hasta que llegamos al lugar donde subimos gateando. Ahí esperamos que subiera un grupo de cuatro andinistas argentinos y luego empezamos a bajar lento y con cuidado, a veces sentados y a veces desescalando las partes más delicadas. Tan concentrados como a la subida que a penas tomé fotos en el descanso que hicimos en un pequeño terraplén que encontramos de bajada. Al fondo de la foto, el mítico Alto de los Leones:

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Una vez fuera del flanco oeste del Santa Elena, retomamos la huella, bajando por los acarreos y penitentes metiéndole chala hasta el campamento. Ahí pudimos imaginar la ruta hacia la cumbre entre las rocas, como si miráramos una radiografía del cerro (imagínenla pasando a través de la zona superior de las rocas, en la foto, a la derecha de la cumbre).

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De vuelta en el campamento, vino un descanso con duraznos en conserva y Coca-Cola mientras desarmábamos las carpas y volvíamos a armar las mochilas.

Tatán con la Clau, se habían quedado cuidando a un semi-apunado Rorro y no subieron con nosotros. Sabiamente, habían partido por adelantado para poder ganar tiempo. El Rorro, todo un caballero, no quiso marcharse sin antes dejar la respectiva nota explicativa:

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Listos para partir, comenzamos la caminata de regreso.

Poco antes de llegar al Cristo, me quedé atrás para realizar una "parada técnica" cuando repentinamente advertí una extraña chatarra andina. Este fue el resultado:

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Un par de minutos más caminando y ya estábamos de vuelta en el Cristo.

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Ordenamos la mochilas en el pick-up de la camioneta y tomamos las últimas fotos del paso.

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Con todo ordenado y en orden, Negro pasó las llaves de la camioneta para que Emil bajara manejando y él poder hacer el descenso en bicicleta. Así llegó hasta la Aduana.

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Al borde del camino, cerca del túnel, tuvimos que esperar el turno de pasar en medio de las construcciones para el mejoramiento de las instalaciones.

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Pronto estábamos de vuelta en el complejo fronterizo, recuperando nuestros documentos retenidos por la policía, mientras un montañista en desarrollo esperaba muy sereno a que los más grandes se ocuparan de los trámites:

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Y otros andinistas avisaban a Santiago que estábamos bien e íbamos de regreso.

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Claro, íbamos de regreso a casa, a la hora precisa para disfrutar la fresca tarde santiaguina. A la hora precisa para volver a disfrutar de estos gustos sencillos y naturales.

~ Info para el CAU
Cerro: Santa Elena (4.606 MSNM)
Sector: Portillo
Integrantes: Rodrigo Echeverría; Sebastián Fernández; Nicolás Fuentealba; Claudia Guzmán; Loreto Henríquez; Rodrigo Jeldres; Cristián Morales; Emil Namur

4 comments:

Gogo said...

Nico, excelente las fotos y el relato. Les deseo mucha suerte en el Tupungato. Un abrazo grande.

durandal said...

Caca! Me ganaste! Sabes cuántos artículos tengo parados desde Junio '09? Y ahora con el viaje a Chile tengo 16!!!

Qué envidia da poder subir hasta donde no llega la moto.

La mano de NAFS inmediatamente reconocible en el retoque de las fotos. :P

d.

Nifty_Touch said...

Gonzalo: Gracias por las buenas vibras y el comentario; éxito para ti también en Torres.
Durandal: no seas mamón! No te puedes arrugar después de las tremendas fotos que publicaste en tus últimos artículos ;)
Sobre las fotos, me estoy tomando nuevas licencias creativas, a ver si por ahí sigo estimulando la veta para publicar más seguido.
Un abrazo a ambos!

Anonymous said...

muy buena. ojala el clima sea igual que el de alla